miércoles, 29 de diciembre de 2010

Bizarren Parti



El Johnnie Walter nos espera en el bulín. Empieza la previa y ya podemos palpitar la noche que se viene. Luis Miguel grita que nos podemos marchar, pero el gustito a whisky con Coca demora la partida.
David me dice que estamos invitados a una Bizarren Miusik Parti, esas fiestas-túnel del tiempo que te llevan a finales de los ’80. Es en Ramos, conduce Carlitos Balá. Y el de Vilma Palma hace subir algún pelado al escenario al ritmo de la pachanga.
Ni loco vamos, activá el plan B, digo firme, como si fuera una sentencia de la Corte. David agarra el celular y arranca con un “voçe vai dançar hoje?”. Había conocido una brasilera la semana anterior y era la oportunidad ideal para el reencuentro.
Digamos que le va bien con las chicas. Morocho, con carácter, mirada de actor de Friends y actitud a la hora del baile latino.

Partimos hacia boliche palermitano. Pronuncio la contraseña en la entrada y pasamos sin problemas. La música suena a todo lo que da. David me grita al oído para decirme que no se acuerda de la cara de la brasilera. Tras intentar en vano escuchar portugués entre las chicas de la entrada, las encontramos cerca de la barra, caipirinhas en mano.
Morocha interesante la de David. Dos amigas a su lado: petisita pulposa de musculosa blanca y rellenita carilinda de remera escotada. Con una sonrisa me dice que se llama Xuxa. Si, como la cantanchi, responde antes de que llegue a preguntar.
Dejo a mi amigo con la garota y quedo solo en el medio de la pista. Me muevo como pez en el agua. Analizo las conductas adolescentes y no tanto, los histeriqueos, los juegos de amor, bailes de moda y nuevos modelos de celular. Porque es mejor mandarle sms al que no está que conocer al que tenés al lado.

En el mundo del “todo ahora” se habla de sentimientos antes del diálogo. Defiende la bandera del no compromiso y el sexo de una noche, pero la realidad es que la juventud quiere enamorarse ya. Ellas ven al que les dio fuego como el posible padre de sus hijos. Y nosotros buscamos consuelo, compañía, película con pochoclos el domingo a la noche.
Xuxa aparece de la nada y se me pone a bailar. No tengo mejores planes, me suelto y tiro pasos modernosos. En mi imaginación, vengo a ser algo así como Michael Jackson en Thriller. Aunque la realidad indique que estoy más cerca del magiquee de José María Listorti.
DJ Juanchi insiste en su política de reggaeton cero y me obliga a marchar contra la marcha por el resto de la noche. Brasil me va acorralando y resisto como puedo, hasta que no resisto más. Tal vez una metáfora del Mercosur. O simplemente unos besos de boliche.

Y ahí es cuando me pego el susto de mi vida. Suenan los primeros acordes de I’ve got a feeling. De repente, luces blancas rompen la oscuridad e iluminan un sector cercano. Se apaga la música, dos patovas acorralan a un flaco de remera Armani Exhange. El pibe saca algo del bolsillo y apunta su mano hacia el cielo. Escucho dos estallidos. No hay tiempo para más, lo agarran del cuello y lo sacan.
Mi conciencia me dicta la oración: dispararon en el boliche. Veo gente correr. Casi enseguida, la música vuelve a sonar. Muchos se menean como si nada hubiera pasado. Algunos no se dieron cuenta de nada. La calma, si es que alguna vez la hubo, retorna. No tengo reacción. Vuelvo a mí y me encuentro en el sillón de los reservados. Xuxa consuela mi pánico. Y todo el mundo pide bis.
Ya son casi las 6 y recuerdo que no sé nada de David. Su mensaje de texto dice “en los sillones”. Me doy vuelta y lo veo a 5 metros, en una guerra sin tiempo por perder una mano en el jean de su presa. Nos miramos y nos reímos. Show must go on.

Salimos y es casi de día. Pregunto por la tercera menina. Aparece de la nada. De los matorrales. A lo Señor Burns en el capítulo del extraterrestre. Logramos entender que el asiento trasero de un auto fue escenario de un nuevo episodio de sexo oral.
David me mira, preguntándome con los ojos por qué no nos habrá tocado en suerte esa señorita. Paramos un taxi, pero las chicas viven cerca de la zona y los choferes no quieren tomar un viaje barato cuando todo el mundo los necesita. No nos queda otra que caminar.
Vamos los 5 bordeando la cancha de polo. La especie joven se reconoce en la calle. Mucho borrachín dando vuelta. Y grupos de amigos esperando el bondi salvador.

Del polo sale un perro y la del pete lo acaricia. Pienso que esa chica tiene demasiado amor para dar. Y Bobby concuerda, nos empieza a seguir.  De las rejas salen 6 caninos más. Todos nos acompañan.
Bobby, el primero, el original, se monta al de pelaje negro en un cachondeo a la velocidad de la luz. David y yo no podemos evitar la risa. Es el colmo de los colmos. Pero ahora la perra de negro, que al parecer era perro, se enoja y se empiezan a morder. Los otros ladran sin parar.
Sentimos que podemos ser las próximas víctimas y doblamos a la derecha. Vemos venir una suerte de patota de Chacarita Juniors insultando a un tipo. Doy la orden y todos me siguen: “sigamos con Bobby por donde veníamos”. Apuramos el paso.

A las 3 cuadras, ya dogs free, caminamos tranquilos. Las garotas, con los pies destrozados por los tacos, respiran aliviadas. Con un pico nos despedimos hasta siempre.
Ya en el taxi, repasamos los acontecimientos con David. Desde el buscar a unas chicas sin rostro hasta mi romance con la reina de los bajitos, pasando por la vida y la muerte bailando a nuestro alrededor, “boca rápida Burns”, Bobby ascenso y caída, barrabravas en Las Cañitas y beso final en Luis María Campos.
El destino suele hacer estas bromas. Quisimos evitarla, pero tuvimos nuestra propia Bizarren Parti sin haber pisado Ramos Mejía. Una noche difícil de olvidar. Como el chupetómetro. Ea-ea-ea pe-pé.

domingo, 22 de agosto de 2010

La imagen de sí mismo




Montevideo de mañana. Abro las cortinas, veo el río disfrazado de mar y soy más feliz que Ricardo Montaner. Mis amigos uruguayos se enojan porque siempre digo que es una ciudad nostálgica. “Es la Buenos Aires del pasado, y al mismo tiempo, la que pudo ser”. Y empiezan los chistes sobre los porteños y nuestra soberbia a prueba de balas. Y todos reímos mientras tomamos medio y medio y grapamiel.

Nunca pensé que este síndrome del ombligo del mundo pudiera materializarse. La argentinidad al palo me llevó a subestimar mi condición de sudamericano y el realismo mágico propio del continente. Por estas tierras las personas levitan, el dinero desaparece, los curas tienen mil hijos y son siempre los mismos los que toman las decisiones importantes. Pero seguramente sea culpa de los europeos y  los americanos (del norte).

Vayamos a los bifes. Vuelvo del trabajo, camino por la Rambla, esquivo a los deportistas que corren y corren en sus calzas clima cool (¿de dónde carajo sacan las ganas?) y pienso en detalles profundos de mi existencia (¿pollo con ensalada o arroz primavera para la cena?). Abro la puerta del depto y me veo cocinando.

No hay dudas, soy yo con un delantal blanco cubriéndome la camisa y pantalón de vestir, poniendo especial cuidado en no quemarme con la bandeja del horno.

Me invade una taquicardia sublime. No puedo hablar. Escucho a Dios pidiendo que me calme; sólo es Tinelli gritando desde la TV del living. Mi otro yo percibe mi rostro pre infarto y me pide que me siente. Debés venir cansado del laburo. Trago saliva y le pregunto quién es.

-         Soy la imagen que tenés de vos mismo.
-         Con razón esos tubos.
-         Siempre zafás de todo con el humor, dice riendo. Pero no estás tan lejos de la verdad. Fijate que no tengo tus arruguitas cerca de los párpados. Ni esa cicatriz a la altura del pómulo. Y esto de acá es una tabla de planchar en serio –agrega, mientras se pega en los abdominales-. Se ve que te querés mucho. No ves tus defectos más obvios. Y yo vengo a ser la prueba de eso.
-         Todo muy lindo, pero de dónde mierda saliste y qué hacés en mi casa -trato de parecer firme, pero me tiembla la voz.
-         A mí no me preguntes. Sé lo mismo que vos. Pero andá acostumbrándote a tenerme por acá. No te va a venir mal.

Y ahí empezás a pensar que enloqueciste de golpe. O que tenés una pelota de tenis creciendo en tu cabeza. Pero no ganás nada revolviendo viejos libros de Freud. Tratás de ver el vaso medio lleno. Al final de cuentas, el sueño de todos se te hizo realidad. Te dividiste en dos y ganás en tiempo y comodidad. La imagen de mí mismo cocina de maravillas.

Al otro día mi amiga Vero viene de visita. Ella tuvo la idea de que aceptase este laburo en Montevideo. Ella me va a sacar este quilombo de encima. Y me va a decir si estoy para el loquero o para el Premio Nobel.

Paso a buscarla por la terminal de Buquebus (o La Empresa Dueña del Río de la Plata, con Duty Free Abordo). Está igual que siempre. O más flaca. Me mira y me abraza. Logré el trabajo de sus sueños. Y me admira por eso. Pero era su sueño, no el mío. Yo quería quedarme en Baires. Con los porteños agrandados como yo. Pero Vero sonríe y por un segundo siento que todo está bien.

-         Vero, no te asustes, pero tengo a la imagen de mí mismo viviendo en mi casa.
-         Whatttt??
-         Sí, apareció anoche. No me preguntes cómo. Ayudame, estoy asustado y no entiendo nada. Esto no puede estar pasando.

Con su sabiduría de mujer me tranquiliza. Llegamos a casa. No había nadie.

-         ¿Viste, boludo? Te habrás tomado un medio y medio

No tuve tiempo de responder. Mi otro yo abrió la puerta de calle con las bolsas del súper. Saludó como si nada. Y llevó las cosas para la cocina.
Vero no lo podía creer. Lo siguió y empezó a interrogarlo como si fuera del FBI. Y llegó a la conclusión de que el asunto iba en serio.

-         Al menos podemos confirmar que no es producto de tu imaginación, pero esto requiere un estudio más profundo –afirmó, con precisión científica.

Vero se obsesionó con el tema. Comenzó a pasar mucho tiempo con él. Sostenía que era la única forma de obtener la información que necesitábamos para desentrañar el problema. Iban a la playa, paseaban por Ciudad Vieja, comían pizza cuadrada. Pero ni una respuesta que pudiera dar cuenta de lo que estaba pasando.

Vero no tardó demasiado en decirme que estaba enamorada de mi imagen.

-         Tiene lo mejor de vos y ni uno de tus defectos. No te hablo sólo a nivel físico, que sería lo más obvio. El tipo es súper inteligente, maneja una variedad de temas increíbles, tiene una sensibilidad especial con las mujeres, me hace reír, es una fiera en la cama
-         ¿Qué? ¿En qué momento Vero?
-         No es lo que importa ahora. Solamente quería que te enteraras por mí. Te felicito. No creo que haya una persona con mejor imagen de sí mismo que la que vos tenés.

Sentí que se me abría el pecho. Decidí regresar a Buenos Aires al día siguiente. Mi imagen me llevó hasta el puerto en un 0 km. Había empezado a ir a la oficina por mí y lo ascendieron enseguida.

-         Gracias por dejarnos el depto. Sabés que estoy para lo que necesites.

¿Qué podía reprocharle? El tipo era un encanto de persona.

Nunca en mi vida supe lo que era la depresión. Pero llegué a Puerto Madero con ganas de terminar todo. Entendí a muchísimos amigos y familiares que se quedaban en sus camas esperando que el mundo terminase. No tenía ganas de nada.

Vero me había dado las llaves de su casa. Vendí todo cuando me fui a vivir del otro lado del charco y no tenía dónde ir. Pensé en mis compinches uruguayos, pampeanos, rosarinos, cordobeses. Siempre se quejaban de nosotros los de la Capital y yo no les hacía caso. La única forma que pierdas es jugando contra vos mismo, porteño, me decían. Qué manera más cruel de aprender la lección.

Abrí la puerta con la esperanza de encontrar un revólver en algún cajón o un asesino a sueldo disponible. La oscuridad de mi pensamiento chocó contra las luces prendidas del living. Vero me estaba esperando.

-         Pensé que no llegabas más. Ya está lista la comida, apurate –dijo con dulzura.
-         Vero, no lo puedo creer –llegué a balbucear, sorprendido.
-         No soy Vero. Soy la imagen que tiene de sí misma. Pero eso no importa ahora. Cenemos rápido y vayamos para la cama. Hace frío y quiero cucharita.

martes, 6 de julio de 2010

La estrategia de Dana




Dana lo observó mientras dormía desde el otro lado de la cama. Un cuarentón bien conservado. Rostro sobrio, maxilar de líneas matemáticas y un cuerpo salido de un comercial de gimnasio. Un aire al Cristiano Ronaldo del tercer mundo que todos deseamos ser.
Dana estudia hace años para abogada. Siempre está a 5 materias de recibirse. Siempre 5 para el peso. En el medio labura, sale, se divierte. No tiene mambos con las relaciones ocasionales. Predica filosofía de Woody Allen. El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.
Pasó los 25 y se dio cuenta que la mitad de los sueños que tenía al terminar el secundario se perdieron en algún rincón de su alma. O en un café de estación de servicio. Se te viene abajo la fantasía y encontrás facturas debajo de la puerta, amigas de msn, referentes que ya no están  y gente que quiere aprovecharse de vos.
Viene un examen importante pero Dana no toca un libro. Pasa el fin de semana en predio de Costanera, exposición de autos, uniforme de promotora y sonrisa Colgate. Entiende que el cuerpo es arma, recurso y motivo. En su libro de verdades, las ideas, los billetes y las necesidades precisan de cuerpos a la altura de las circunstancias. Y el de ella es dureza absoluta.
Dana tiene puesto un casete que repite ante chamullos busca cama: estudio, Almagro, 27, no sé, tendría que pensarlo. Hace del histeriqueo una forma de vida. El alquiler no se paga solo.
Los santos están en el cielo, mamita, se repite a sí misma. Pero cualquiera podría decir que sus palabras también son un escudo, un envase más fuerte que la piel y las piernas. Atrás hay fragilidad, azul frío, cierto temor por lo que se viene. Quizá por eso eligió Abogacía. Una manera de equilibrar la balanza, ponerle un poco de justicia a la vida y luchar contra esos recuerdos tristes y borrosos del pasado que se cuelan ciertas mañanas de lluvia.
Dana le puso aviso fúnebre a la poesía y enterró el romanticismo en el fondo del mar. O de un establo mal cuidado, para evitar cualquier vestigio de frase melosa. Ella no ve madres jugando con sus hijos, sólo mujeres que no se cuidaron.
Los besos no expresan sentimientos. Para Dana son meras transiciones al servicio de una necesidad biológica superior. No entiende a la gente que se enamora. Porque el amor no existe, lo que existe es la soledad. Pero al sistema le conviene que la gente juegue a la casita, saque una hipoteca y se divorcie. De los mismos creadores del matrimonio llegan el Día del Padre, la Madre, el Niño y el Espíritu Santo, amén.
Nihilismo en estado puro. Siempre un libro de Nietzsche en la mesita de luz. Porque aquél que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los “cómos”. Y esta chica se ha caído mil veces. Le han tirando con balas de plomo. Ha remado en la tormenta. Y se ha vuelto a levantar. Por el coraje y por las gomas la han comparado alguna vez con Moria Casán.
Llega el día del famoso examen. Como toda estrella, Dana aparece casi sobre la hora, top line de menta, Stevie Wonder en los oídos. Vecinas de banco preguntan si estudió. Todo, responde a lo Julieta Prandi. Lo cierto es que sólo sabe el nombre del autor.
Entra el profesor suplente a tomar el final. Casi nadie en el aula lo conoce. Rostro atractivo, juvenil, romboide. Alguna voz femenina susurra el pensamiento que flota en el aire. Es Cristiano Ronaldo con canas, lo mato.
Dana levanta la mirada y guiña un ojo. Cristiano abogado sonríe. La futura doctora planificó su estrategia, hizo su investigación y averiguó el reemplazo de Arismendi. Se lo cruzó por accidente vestida de promotora. Si eso no merece un 10, el país está perdido.
Dana está a 4 materias de recibirse. 4 para el peso. Comienza a ver luz al final del túnel oscuro que es su vida.
En casa, vuelve a su lectura preferida con cierto optimismo. Friedrich grita desde sus páginas que la Esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre. Pero ella es mujer y sólo piensa en Esperanto. El profe de Derecho de Familia es habitué. Y tiene un aire al Pipita Higuaín.

domingo, 30 de mayo de 2010

Marcas




Alguien dijo que no podemos concebir otra manera de pensar y ver el mundo porque nos implantaron el capitalismo desde la cuna. Y ahí nomás brotaron los primeros recuerdos de mi niñez. Un helado de Frigor. Los bizcochos Canale. El Terrabusi glaceado. Mi Mc Tostado. El Merthiolate de los primeros golpes.
Crecés un poco, besás a la chica de tus sueños en 5° grado y sentís el gustito Beldent extra menta de la victoria. Comprás tu pelota Penalty para jugar con tus amigos y ahorrás para tu primer Polo Ralph Lauren.
Marcas everywhere. Y así como sin tetas no hay paraíso, sin plata no hay productos para comprar. Pero somos rebeldes y nos gusta lo gratis. Entonces aparecen otras marcas: las del alma, las del cuello, las del corazón. Porque una persona te marca, ciertos momentos te marcan, un jugador contrario te marca. Te ponés nervioso cuando marcás su número. Y hay determinados hechos en tu vida muy puntuales, muy locos. Y adivina qué. Sí, marcan un antes y un después.
Y acá es donde voy a profundizar. Llegué a casa y vi los sobres tirados por debajo de la puerta. Entre impuestos y promociones, una carta de verdad. De las que sobreviven al e-mail. La copio textual:

Querido Richard,

Los años pasaron, nuestras vidas también. Y por más que no estemos en contacto, la amistad que nos unió ha dejado huellas imborrables en mí. Y supongo que te debe pasar a vos también. Con sólo decir Mar del Plata, rubia y morocha, negro el 11 y partidito en lo de Omar, se te deben venir a la mente sólo algunas de las historias que supimos compartir.
Distraigo esa segura mueca de nostalgia en tu rostro por un instante y te pregunto ¿cuánto nos quedará? ¿10, 15 abriles? Entonces por qué no decirte lo que tengo atragantado hace tiempo. Lo que vos sabés a la perfección y decidís olvidar cada mañana para vivir libre de culpa.
Cuando vimos a Adriana por primera vez nos quedamos pasmados. Los dos con nuestros mejores trapos en el boliche de siempre. Recién salíamos de la dictadura y no podíamos entender que aún quedaran ángeles en este país. Y aparece esta chica, nos dice algo y sigue caminando con su amiga.
Me acuerdo como si fuera ayer. Te pedí que me tuvieras la birra y te grité al oído que hay bellezas que atraen y bellezas que enamoran. Y esta mujer tenía una mezcla de las dos. Y la fui a buscar. Pero para qué te explico, si vos estabas ahí.
Sabías como era yo. Me había enamorado. Como siempre. Como nunca. Porque realmente sentí que Adriana era la persona con la cual quería formar una familia. No sé cómo saltamos a la parte en que me decís, un par de meses después, que estás saliendo con ella. Pero te juro que te quise matar. Me clavaste un puñal y lo retorciste bien adentro. Rompiste mi vida en dos, me marcaste para siempre (subrayo, tal como aparece en la carta). Fue el principio del fin de nuestra relación.
Pero no quiero dejar este mundo sin contarte una verdad. Porque te merecés saber y sufrir. Mi primera vez no fue a los 17 en aquel cabaret de Juan B. Justo al que fuimos con el Facha y el Cordobés. Fue a los 16 y en tu casa.
Llegué y no estabas. Tu vieja me dijo que volvías en una hora y que podía esperarte ahí. Me sirvió algo de tomar en la cocina. Tenía una bata azul. Y ropa interior de encaje. Tomó mi mano y la ubicó en su entrepierna. Entre gemidos, desnudó sus pechos y me amó con maestría. Te ahorro los detalles. Juré mantener el secreto y así lo hice. Ahora que ella no está entre nosotros puedo hablar con libertad.
No tenés forma de corroborarlo, pensarás. Pero es la pura verdad. Y en el mejor de los casos, te vas a llevar la duda a la tumba.
La vida es un bumeran. Me jodiste, me arruinaste. Pero la venganza es un plato que se come frío. Y esperé una vida para este manjar.
Saludos a Adriana y a los chicos.

El Bocha

Cuando terminé de leer sentí un yunque en la cabeza. Hace años que papá no vive en este departamento, pero se ve que Bocha no tiene actualizada su dirección. De un momento para otro me entero que mis viejos formaron parte de un triángulo amoroso y que mi abuela fue la reencarnación de Mrs. Robinson de El Graduado.
Agarré la cajita de Fragata y prendí el mejor fósforo. Me aseguré de quemar hasta la última palabra. Porque el bypass de mi viejo no resistiría semejante primicia. Una cosa son las marcas y otra las cicatrices que no cierran. Prefiero bancarme esta supuesta realidad por las mías. No es mi rollo, puedo con él.
Trato de aprender a cada paso. Y esto me enseña que todo hombre quiere marcar territorio, prolongar su existencia más allá de los días. Pero mejor dejar la inmortalidad a los próceres del Bicentenario. Voy por un frapuccino en Starbucks. Me encuentran en el Black (berry).

 
(Imagen extraída de aquí)

sábado, 15 de mayo de 2010

La posta




La gente tiene la firme convicción de que soy el protagonista de todos los cuentos. Por la calle, en el trabajo, en los bares. Surgen las preguntas. ¿Tenés una novia en Facebook? ¿Dejaste embarazada a tu chica? ¿Creés en las metáforas, en Dios, en el capitalismo o el socialismo?
Me repiten frases que escribí y olvidé. Me doy cuenta cuando el guiño cómplice no encuentra mi sonrisa y choca contra el desconcierto. Y digo, ahhh, sí, jaja.
En estas líneas dejo en claro que todo es ficción. Para bien o para mal, la imaginación llega a los dedos y a las teclas. Y por un minuto te hace olvidar del tic tac. Por un minuto. Tic. Tac.
Acá es cuando un amigo me dice que lo que vende es cuando hablás de vos mismo. Contá más de tu vida, quién sos, qué querés, por qué sos distinto, por qué tenemos que invertir nuestro tiempo en leer tus historias. Y ahí se me vino el mundo abajo.
Porque una cosa es escudarse en personajes. Pero cuando tenés que desnudarte ante el gran publico y los demás están vestidos, la situación cambia. ¿Querés vivir de esto o no? ¿Querés publicar un libro? Así que aquí estoy. Dando la cara. Contando la verdad.
Empecemos por hechos que me definen como persona, como hombre frente al mundo: soy alto. Siempre lo fui. Preferible cola de perro que cabeza de ratón, me consolaba mamá. Ahora estoy de moda. Y las mujeres usan sus mejores tacos conmigo.
Si seguimos en esa línea, mi romance más fuerte fue con una de las chicas de Bandana. Me cantaba guapo, guapo en la intimidad y me sentía en un videoclip. Terminamos poco después de la disolución del grupo. Desapareció de repente y no la vi nunca más. Ustedes tampoco. Pero You Tube me la trae en las noches de soledad.
La tristeza me duró un par de días. Antes, en el medio y después aprendí a tocar el piano, la guitarra, a bailar salsa, a hablar inglés y portugués, a escribir cuentos y a hacer reír a la gente. Y algunas cosas más que me guardo para el libro.
Viajé bastante. Conocí personas de todo el mundo. Y descubrí que en el fondo todos queremos lo mismo. Y que nadie tiene todos los casilleros completos.
Contá lo más loco que te haya pasado. Sé sincero. OK. Ubíquense en Roma. Museo del Vaticano. Capilla Sixtina. Un guardia me dice que no saque fotos. Asiento pero trato de sacar igual. Me invitan a retirarme. Camino por las calles, solo. Es de día, está nublado. Las murallas protegen a los enviados de Dios. Y los tanos y turistas salen de las alcantarillas.
Doblo por un callejón. Está oscuro, como mi cabeza y los 30 euros que se me fueron por vivo, criollo y sudaca. Creo que caminé unos 20 minutos en lo negro del pasaje. Me sentía en un laberinto de Borges. Pero vi una luz fuerte al final y volví a respirar. No estaba muerto, pero tampoco estaba en Roma. Salí a la plaza de Córdoba y Anchorena, en plena Buenos Aires, un sol de morirse.
Los chiquitos jugaban en la arena y gritaban en español, reafirmando mi locura. Asustado, corrí en dirección al callejón. Tropecé contra la gente, pero continué, obstinado. Recuerdo la desesperación y no mucho más, sé que corrí con todas mis fuerzas. Lo siguiente que veo es un guardia del museo diciéndome que no sacara fotos. Obedecí y callé hasta ahora. Salí confundido. Por la obra de Miguel Ángel. Por mi sueño real. Porque saqué mi Ipod y volví a hostel. Por las segundas oportunidades, divinas o papales. Oscurecía en Europa. Y sonaba “Maldita Noche”. Googleala si no te acordás.

Nadie te va a creer. Volviste a escribir ficción. Con la diferencia de que esto es rebuscado y confunde al lector.
Pero estoy contando la verdad. Sólo que de una manera más entretenida. No quiero aburrir a nadie.
OK, podemos decir que zafa. Pero no nos engañás, Varón. Cerrá con algo que deje al público pensando.
No sé si impacta, sigo la mía. Tengo más dudas que certezas. No sé si hay un hilo conductor o nos estamos yendo al carajo. Y eso me desespera. No conocí el amor, pero creo que podría reconocer su perfume. Busco compañía, depto, familia. Quiero dejar un mensaje. Abrir puertas. Expresarme y soñar. Y que me paren por la calle y me pregunten si es verdad que estuve en Roma. O en el banco de la plaza de Córdoba y Anchorena. Si tuve una novia por Facebook. O si pasé por las etapas.
Porque todos serían amigos. Como vos.


Imagen extraída de aquí

lunes, 26 de abril de 2010

Mi novia de Facebook

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Para hacerla fácil y no entrar en tanto detalle la resumo así: tuvimos una historia fuerte, intensa, breve. Se ganó una beca y se fue a vivir a Italia. Y cuando las cosas se cortan de golpe te dejan con ganas de más. El viejo anhelo de lo imposible.
Sacamos nuevos disfraces del placard: nos convertimos en filósofos, historiadores, Sherlock Holmes. Qué hubiera pasado si… creo que era el amor de mi vida…Y más conclusiones por el estilo, llenas de puntos suspensivos.
Mientras, la posmodernidad no te deja recuperar. Te pone una computadora enfrente y te abre una ventana hacia las vidas de los demás. Le importa un carajo que vos estés hecho pelota y en modo “olvidar”.
El sistema te lleva a espiar y rebobinar. Por eso te muestra las fotos, los videos, los comentarios y mails de ayer y hoy. Y lo que ella está pensando en este mismo momento. Ves sus imágenes con otra gente en Roma, en Milán, en Florencia. Y los tanos son bien facheros. Y europeos. Y se visten mejor. Y tienen un máster. Y ganan en euros. Y la abrazan por la cintura. Y vos acá. Entre clickear o no clickear.
Entrás en el juego de los mensajes en diferido, en la telaraña del chat, como si estuviera a la vuelta de la esquina. Tratás de tocar temas profundos, aunque sólo lográs hablar de Michael, Ricky, el clima allá, cómo está Buenos Aires, qué tal tu semana.
Le contás tus teorías más cotidianas y apelás a la nostalgia. Los que en el bondi se ponen en la puerta de salida cuando en realidad no van a bajar son fascistas, buscaroñas y gozan con el sufrimiento ajeno. Y leés un jajaja. Se te cae el mundo. Extrañás su piel. Y su manía de jugar con las luces de los telos. Para que la veas desnuda, pero no tanto.
Ella te sigue enviando sus escritos y cuentos en .doc. Y dejás en claro tu posición, sabiendo de sus continuas crisis:

Creo que escribir este tipo de cosas es mejor terapia que cualquier pastilla. Que estás menos loca de lo que pensás (aunque lo estás, no te voy a mentir). Que hay mucho arte en vos. Y está muy bueno que lo dejes salir y lo compartas con el mundo.
En este tiempo creciste un montón. Como escritora. Pero primero como persona. Si esto fuera un cuaderno de comunicaciones para tus viejos, pondría "vas bien, seguí así". Y dos caritas sonrientes.

Ella lo aprecia. Vos te sentís naif pero conectado.
Y un día, tras meses de sanar, casi acostumbrado a tu vida sin ella, te sorprende un email titulado “Vuelvo”. No me pregunten por qué, pero automáticamente pensás que es por vos. Y tu autoestima te acaricia. Va a cruzar el océano para verme, para ver cómo sigue lo nuestro. Y ella –o lo que vos interpretás de ella– envía las mismas señales. Las que confirman lo que pensás.

Al tiempo estás en un bar de Devoto. Llueve, como siempre cuando están juntos. Ella pide el mismo daikiri y lleva el mismo perfume. Porque el tiempo no pasó. Le pusimos algodón con alcohol y cicatrizó solo. Y acá estamos, otra vez los dos. Sí, acá estamos. Contás un par de anécdotas graciosas, rememorás viejos tiempos.


Ella se ríe y después empieza a llorar. Te habías olvidado de esos detalles. Y vos seguís en la misma frecuencia idiota, como siguiendo un guión:

Está muy bien que llores y te desahogues. Yo estoy. Lo único que después tenés que levantarte y salir a pelearla con más fuerza. ¿OK?

Me abrazó. Lloró. Me observó, directo a los ojos. Y supo que no había leído su última actualización en Facebook. Mientras se secaba con mis Elite, me contó que estaba en una “relación complicada” con un italiano. En dos meses él se venía para acá a vivir con ella.
Como humano la escuché. Como hombre, me liquidó. Ya sin margen de reacción y medio abombado por el panorama, me mostró su Iphone: “M. está en un bar con su amigo D.”. Y un tal Alessandro “likes this”.  En qué momento había tipeado. Desde cuándo era su amigo. El mundo se enteraba en vivo y en directo, incluso antes que yo, de mi eterna boludez. El europeo disfrutaba desde su casa. El colmo del ridículo.
Antes de “eliminarla” de mis “amigos” le saqué una foto a una licuadora y la etiqueté con su nombre. En el “caption” agregué: es una fría y despiadada máquina que da mil vueltas y escarba profundo. Remueve cáscara y piel, sólo deja la pulpa. Ideal para frutas en estado de maduración.
No sé qué habrá pensado ella, no le di tiempo. En lo que respecta a mí, mal no me fue. Lo sutil también es popular. Chequeá mi wall. 14 nuevas solicitudes de amistad. Todas mujeres.


(Imagen extraída de aquí)

miércoles, 24 de marzo de 2010

Reflexiones de un novio abandonado




 Creo que nuestra relación terminó. Me besó. Y se fue.

Y todos los que alguna vez creímos en la eternidad entramos en la llamada Etapa 1. Nuestra autoestima se toma vacaciones y quedamos solos y desamparados. Hay un complot en nuestra contra y el mundo nunca pierde.
El trabajo se vuelve más difícil. Los amigos no tienen la palabra justa. El dentista te hace doler más de la cuenta. Tu equipo de fútbol pierde todos los partidos.
Nada tiene sentido. Volvemos a sufrir cuando nos prometimos que no sucedería. Y otra vez a levantarnos cada lunes, como robots automatizados de ciudad pero con sentimientos. Y encaramos la rutina sin esa motivación extra que implica ser amado, necesitado y buscado por otra persona.
Y a pesar de que el sol nos alumbra y los colores del arco iris brillan en Buenos Aires, las veredas, las avenidas y la gente se tiñen de gris. Como en una película de Gardel. Porque el tango lleva la dosis justa de melancolía y amor.
En estos momentos, no podemos resistir el ver a una pareja feliz, a los besos, de la mano, como prescindiendo del resto de la gente. Sólo queremos dormir y mirar TV o leer Coelho. Y que pase rápido y se termine. Pero nuestra autoestima está de viaje. Y no va a regresar hasta dentro de un tiempo.
Vienen los signos de debilidad. El orgullo se tira al tacho y muchos se escuchan a sí mismos repetir las frases más derretidas de las películas:

Sos la única que creía en mí. Quedate. Para siempre. (Intento de aferrarse como sea a la Etapa 0).

Las personas nos lastimamos demasiado. Herimos y nos hieren. Los especialistas dicen que el cuerpo no sufre, el proceso va por dentro. Yo digo que en estos temas del amor, la sangre es la lágrima. Y la medicina, el tiempo.
El otro día hablaba con una amiga. Según la Psicología, la energía que tenemos es pulsión sexual reprimida. La liberamos haciendo otras cosas, como bailar rock, trabajar como un loco o mirar el último capítulo de House.

Surge entonces la pregunta. ¿Cómo enfrentar nuestra nueva condición de abstemios? ¿Cómo pedir con amabilidad lo que nuestro cuerpo reclama a gritos? ¿Vamos con un cartel en la frente que diga “disponible, poco uso, buen manejo en las curvas, palanca de cambios de 5 velocidades”?

Llegamos entonces a la Etapa 2. La llamada búsqueda del ambiente y la compañía amigable. Entran en juego los boliches, las personas del pasado y hasta la fiesta de cumpleaños del hermano menor de tu amigo de la primaria. Caras frescas se buscan. Nuevos actores irrumpen en nuestras vidas. Y su papel es enamorarnos, besarnos, acostarnos, histeriquearnos o ignorarnos. Pero sobre todo, hacernos olvidar.

La Etapa 3 es la de recuperación. Puede ser el comienzo de una nueva historia. O la firme convicción de que se está mejor solo que mal acompañado. Generalmente es una instancia de reflexión. Todos llegamos a una conclusión que luego traicionaremos.

En mi caso, ahora vivo sin etapas. Porque si pienso –y hablo– demasiado dejo de existir. Porque las fábricas de novios y novias deben seguir produciendo y firmé un contrato de confidencialidad con la empresa. Y porque importa más lo que sentimos que lo que verdaderamente ocurre.
Cuando cuente hasta tres vas a olvidar todo esto y vas a salir a amar a alguien –hay que ganarle a China–. Mujeres atractivas e inteligentes, comunicarse con el autor a la brevedad. Consejo personal: no hagan de sus blogs un ambiente de Etapa 2.

Uno. Dos. Tres.


(Imagen extraída de aquí)

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