domingo, 30 de agosto de 2009

Tusam y las relaciones de pareja

No sé si recuerdan, pero el verano del 2000 fue muy particular. El cambio de milenio nos partía el bocho a todos. Y el calor de enero no nos dejaba respirar. Sumale el cemento de la city, la humedad, el aire caliente, y tenés a movilero de noticiero haciendo huevos fritos en el asfalto.
Yo andaba por los 15, y con mi amigo Beto nos juntábamos en la terraza de lo de mi abuela Tatá, en el eterno barrio de Caballito. Leíamos Cortázar a los rayos del sol, protector solar factor 20 en mano, en un intento sin sentido de conseguir el bronceado de Echarri y ganar chicas como La Maga o Natalia Oreiro.
Pero lo verdaderamente jugoso de esas tardes en lo de Tatá eran las charlas con Beto sobre lo inexplicable de la vida. Cuando llegábamos al tema “romance”, el tipo se despachaba con unas definiciones universales que andá saber de dónde había sacado. Todos entrábamos en una categoría. Un puñado de máximas, dignas de una profecía de Nostradamus, a saber:

“Los que llevan 3 o más años de novios tienen la autoestima baja (no cambian por miedo a no encontrar)”.
“Los que eligen relaciones a distancia no buscan comprometerse”.
“Los solteros eternos son cómodos, autosuficientes y expertos en el arte de la masturbación”.
“Los que se pelean todo el tiempo tienen buen sexo y poco futuro”.
“Los que se llevan muy bien y se sonríen a diario están destinados a la desilusión”.
“Los que no aman son infieles. Los que aman también”.
“El amor es la manera hollywoodense de llamar al deseo”.

Yo siempre retrucaba con que eso de generalizar era una pelotudes. Si te digo “el que escribe máximas es un frustrado”, qué me decís. Y el muy turro siempre tenía una respuesta rápida bajo la manga: que no querés ver; algunos eligen Tinelli y no Crónica porque te distrae de la realidad. Vos elegís claramente a Tinelli. Y a Spielberg. Y a Friends. Y me parece perfecto. Pero no cuestiones una verdad por no estar de acuerdo.
Obviamente, me callé. El tipo tenía el don de la palabra, de la inteligencia. Y yo el de la ubicación.

En esas andábamos, ya en los 19, primeros pesos ganados a buena ley.
Beto se pone de novio con Kari y se los ve muy enamorados. Se mojan bajo la lluvia, ven y comentan las últimas películas en cartelera, las mejores piezas teatrales. Comparten recitales internacionales en River, toman helados de exportación, té verde en Madero Este, caminatas por Palermo Park.
Combinan colores, prueban comida mexicana, peruana y tailandesa, aprenden brasilero los sábados, juegan al tenis los domingos, hidromasajes cada tanto, cenas familiares para compartir felicidad. Él toca la guitarra, ella tararea sus canciones.

Y tuve que preguntarle. Vos, que sos el anti amor. Vos, que me bardeaste por romántico. Qué me decís ahora. Te picó el bichito, salame. Dónde quedaron tus palabras, tus definiciones universales sobre el fracaso sentimental.
Sigo pensando exactamente lo mismo. Pero no por saber que moriré, voy a cometer suicidio. Me divierto un rato, vivo el momento, comparto la experiencia. Hasta que uno de los dos se canse primero. Le dije que sé que todo terminará. Que el rostro que hoy adoramos será odiado en el futuro. Y así y todo quiere seguir. Sigamos entonces, veamos hasta dónde llega el río.
Lo comparé con un sofista, con un político popular, con un notable orador. Se rió.

Seguí mi vida. Pasó el tiempo, el pibe se hizo hombre, me casé a los 29. Hoy tengo un hijo, y es lo mejor que me pasó en la vida. El laburo es un montón y casi no hay tiempo para los amigos. Pero hay mucho por contar.

Ya hace 10 años que Beto y Kari están juntos. Y siempre hay un día en el año en el que me invitan a cenar. Voy con gusto, comemos de maravilla y rememoramos las viejas ideas de Beto. El renegao, el que no arriesga y gana igual.
Y nos reímos toda la noche de aquellos tiempos de máximas universales y verdades absolutas. De veranos transpirados en la terraza de Caballito, en lo de mi abuela Tatá. De discusiones adolescentes en los albores del año 2000.
El gran Beto cambió el discurso. Ahora su frase es “puede fallar”.

lunes, 17 de agosto de 2009

Lo segundo

Cursé con Mike varias materias de la carrera. Tipo singular, con talento para caerle bien a todo el mundo. Cabello de distintos colores, rastas al estilo reggae, jeans desajustados, cinturón con tachas.
Sin pelos y con aros en la lengua, me confesó varias verdades. No entendía las publicidades de tránsito lento: por la mañana, al levantarse, arrancaba con lo segundo.
No pude disimular mi sorpresa. Un sistema digestivo de puntualidad suiza en un cuerpo flaco y aparentemente maltratado con sustancias varias.
Fuera de estos temas mundanos, compartimos con Mike una amistad sincera. Nuestras caminatas por Monserrat, a la salida de la facu, eran momentos de conversación amenos. Últimas conquistas, desilusiones, fútbol, plata, joda. Temáticas argentas por excelencia.
Mi graduación fue un punto de quiebre. Lo empecé a ver poco y de a ratos. Mike era de Lomas, pero su vida estaba en Capital. Se puso de novio y desapareció del mapa.
Me llegaron comentarios de todo tipo: laburo en call center, programa de radio en emisora modesta, viajes al norte de mochilero.
Años más tarde supe que esas aventuras en el desierto le enseñaron a valorar lo básico, a vivir con poco, a disfrutar de las pequeñas cosas. Cual metáfora de Argentina, se cayó y se levantó, se infló y adelgazó, se quedó sin monedas y peló tarjeta a todo crédito.
Tocó la viola en espectáculo tanguero, fue encargado de restaurant céntrico, volvió a la pyme familiar. En el camino, se cortó rastas, compró traje, terminó relación larga y bajó un cambio.
Pasó el tiempo. Pero el rostro de Mike permanece ajeno a los almanaques. Conserva carita juvenil, al mejor estilo Dorian Grey. Vi su foto en página perdida de revista de chimentos. Sale con vedette en ascenso, rol secundario en espectáculo de calle Corrientes.
El último enero lo crucé en la Feliz. Conversamos largo rato en la rambla de La Perla. Lo noté animado. Había viajado a ver a su novia, de temporada en Mardel. Y cual vuelta del destino, recibí otra confesión. Con Mónica, amada vedette, estaban esperando un hijo.
Lo felicité y lo jodí un poco. Hacé las cosas bien Mike. Primero te casás y después tenés hijos. Pero esta vez no me sorprendí. Mike es un tipo que empieza por lo segundo.

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