miércoles, 24 de marzo de 2010

Reflexiones de un novio abandonado




 Creo que nuestra relación terminó. Me besó. Y se fue.

Y todos los que alguna vez creímos en la eternidad entramos en la llamada Etapa 1. Nuestra autoestima se toma vacaciones y quedamos solos y desamparados. Hay un complot en nuestra contra y el mundo nunca pierde.
El trabajo se vuelve más difícil. Los amigos no tienen la palabra justa. El dentista te hace doler más de la cuenta. Tu equipo de fútbol pierde todos los partidos.
Nada tiene sentido. Volvemos a sufrir cuando nos prometimos que no sucedería. Y otra vez a levantarnos cada lunes, como robots automatizados de ciudad pero con sentimientos. Y encaramos la rutina sin esa motivación extra que implica ser amado, necesitado y buscado por otra persona.
Y a pesar de que el sol nos alumbra y los colores del arco iris brillan en Buenos Aires, las veredas, las avenidas y la gente se tiñen de gris. Como en una película de Gardel. Porque el tango lleva la dosis justa de melancolía y amor.
En estos momentos, no podemos resistir el ver a una pareja feliz, a los besos, de la mano, como prescindiendo del resto de la gente. Sólo queremos dormir y mirar TV o leer Coelho. Y que pase rápido y se termine. Pero nuestra autoestima está de viaje. Y no va a regresar hasta dentro de un tiempo.
Vienen los signos de debilidad. El orgullo se tira al tacho y muchos se escuchan a sí mismos repetir las frases más derretidas de las películas:

Sos la única que creía en mí. Quedate. Para siempre. (Intento de aferrarse como sea a la Etapa 0).

Las personas nos lastimamos demasiado. Herimos y nos hieren. Los especialistas dicen que el cuerpo no sufre, el proceso va por dentro. Yo digo que en estos temas del amor, la sangre es la lágrima. Y la medicina, el tiempo.
El otro día hablaba con una amiga. Según la Psicología, la energía que tenemos es pulsión sexual reprimida. La liberamos haciendo otras cosas, como bailar rock, trabajar como un loco o mirar el último capítulo de House.

Surge entonces la pregunta. ¿Cómo enfrentar nuestra nueva condición de abstemios? ¿Cómo pedir con amabilidad lo que nuestro cuerpo reclama a gritos? ¿Vamos con un cartel en la frente que diga “disponible, poco uso, buen manejo en las curvas, palanca de cambios de 5 velocidades”?

Llegamos entonces a la Etapa 2. La llamada búsqueda del ambiente y la compañía amigable. Entran en juego los boliches, las personas del pasado y hasta la fiesta de cumpleaños del hermano menor de tu amigo de la primaria. Caras frescas se buscan. Nuevos actores irrumpen en nuestras vidas. Y su papel es enamorarnos, besarnos, acostarnos, histeriquearnos o ignorarnos. Pero sobre todo, hacernos olvidar.

La Etapa 3 es la de recuperación. Puede ser el comienzo de una nueva historia. O la firme convicción de que se está mejor solo que mal acompañado. Generalmente es una instancia de reflexión. Todos llegamos a una conclusión que luego traicionaremos.

En mi caso, ahora vivo sin etapas. Porque si pienso –y hablo– demasiado dejo de existir. Porque las fábricas de novios y novias deben seguir produciendo y firmé un contrato de confidencialidad con la empresa. Y porque importa más lo que sentimos que lo que verdaderamente ocurre.
Cuando cuente hasta tres vas a olvidar todo esto y vas a salir a amar a alguien –hay que ganarle a China–. Mujeres atractivas e inteligentes, comunicarse con el autor a la brevedad. Consejo personal: no hagan de sus blogs un ambiente de Etapa 2.

Uno. Dos. Tres.


(Imagen extraída de aquí)

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