domingo, 30 de mayo de 2010

Marcas




Alguien dijo que no podemos concebir otra manera de pensar y ver el mundo porque nos implantaron el capitalismo desde la cuna. Y ahí nomás brotaron los primeros recuerdos de mi niñez. Un helado de Frigor. Los bizcochos Canale. El Terrabusi glaceado. Mi Mc Tostado. El Merthiolate de los primeros golpes.
Crecés un poco, besás a la chica de tus sueños en 5° grado y sentís el gustito Beldent extra menta de la victoria. Comprás tu pelota Penalty para jugar con tus amigos y ahorrás para tu primer Polo Ralph Lauren.
Marcas everywhere. Y así como sin tetas no hay paraíso, sin plata no hay productos para comprar. Pero somos rebeldes y nos gusta lo gratis. Entonces aparecen otras marcas: las del alma, las del cuello, las del corazón. Porque una persona te marca, ciertos momentos te marcan, un jugador contrario te marca. Te ponés nervioso cuando marcás su número. Y hay determinados hechos en tu vida muy puntuales, muy locos. Y adivina qué. Sí, marcan un antes y un después.
Y acá es donde voy a profundizar. Llegué a casa y vi los sobres tirados por debajo de la puerta. Entre impuestos y promociones, una carta de verdad. De las que sobreviven al e-mail. La copio textual:

Querido Richard,

Los años pasaron, nuestras vidas también. Y por más que no estemos en contacto, la amistad que nos unió ha dejado huellas imborrables en mí. Y supongo que te debe pasar a vos también. Con sólo decir Mar del Plata, rubia y morocha, negro el 11 y partidito en lo de Omar, se te deben venir a la mente sólo algunas de las historias que supimos compartir.
Distraigo esa segura mueca de nostalgia en tu rostro por un instante y te pregunto ¿cuánto nos quedará? ¿10, 15 abriles? Entonces por qué no decirte lo que tengo atragantado hace tiempo. Lo que vos sabés a la perfección y decidís olvidar cada mañana para vivir libre de culpa.
Cuando vimos a Adriana por primera vez nos quedamos pasmados. Los dos con nuestros mejores trapos en el boliche de siempre. Recién salíamos de la dictadura y no podíamos entender que aún quedaran ángeles en este país. Y aparece esta chica, nos dice algo y sigue caminando con su amiga.
Me acuerdo como si fuera ayer. Te pedí que me tuvieras la birra y te grité al oído que hay bellezas que atraen y bellezas que enamoran. Y esta mujer tenía una mezcla de las dos. Y la fui a buscar. Pero para qué te explico, si vos estabas ahí.
Sabías como era yo. Me había enamorado. Como siempre. Como nunca. Porque realmente sentí que Adriana era la persona con la cual quería formar una familia. No sé cómo saltamos a la parte en que me decís, un par de meses después, que estás saliendo con ella. Pero te juro que te quise matar. Me clavaste un puñal y lo retorciste bien adentro. Rompiste mi vida en dos, me marcaste para siempre (subrayo, tal como aparece en la carta). Fue el principio del fin de nuestra relación.
Pero no quiero dejar este mundo sin contarte una verdad. Porque te merecés saber y sufrir. Mi primera vez no fue a los 17 en aquel cabaret de Juan B. Justo al que fuimos con el Facha y el Cordobés. Fue a los 16 y en tu casa.
Llegué y no estabas. Tu vieja me dijo que volvías en una hora y que podía esperarte ahí. Me sirvió algo de tomar en la cocina. Tenía una bata azul. Y ropa interior de encaje. Tomó mi mano y la ubicó en su entrepierna. Entre gemidos, desnudó sus pechos y me amó con maestría. Te ahorro los detalles. Juré mantener el secreto y así lo hice. Ahora que ella no está entre nosotros puedo hablar con libertad.
No tenés forma de corroborarlo, pensarás. Pero es la pura verdad. Y en el mejor de los casos, te vas a llevar la duda a la tumba.
La vida es un bumeran. Me jodiste, me arruinaste. Pero la venganza es un plato que se come frío. Y esperé una vida para este manjar.
Saludos a Adriana y a los chicos.

El Bocha

Cuando terminé de leer sentí un yunque en la cabeza. Hace años que papá no vive en este departamento, pero se ve que Bocha no tiene actualizada su dirección. De un momento para otro me entero que mis viejos formaron parte de un triángulo amoroso y que mi abuela fue la reencarnación de Mrs. Robinson de El Graduado.
Agarré la cajita de Fragata y prendí el mejor fósforo. Me aseguré de quemar hasta la última palabra. Porque el bypass de mi viejo no resistiría semejante primicia. Una cosa son las marcas y otra las cicatrices que no cierran. Prefiero bancarme esta supuesta realidad por las mías. No es mi rollo, puedo con él.
Trato de aprender a cada paso. Y esto me enseña que todo hombre quiere marcar territorio, prolongar su existencia más allá de los días. Pero mejor dejar la inmortalidad a los próceres del Bicentenario. Voy por un frapuccino en Starbucks. Me encuentran en el Black (berry).

 
(Imagen extraída de aquí)

sábado, 15 de mayo de 2010

La posta




La gente tiene la firme convicción de que soy el protagonista de todos los cuentos. Por la calle, en el trabajo, en los bares. Surgen las preguntas. ¿Tenés una novia en Facebook? ¿Dejaste embarazada a tu chica? ¿Creés en las metáforas, en Dios, en el capitalismo o el socialismo?
Me repiten frases que escribí y olvidé. Me doy cuenta cuando el guiño cómplice no encuentra mi sonrisa y choca contra el desconcierto. Y digo, ahhh, sí, jaja.
En estas líneas dejo en claro que todo es ficción. Para bien o para mal, la imaginación llega a los dedos y a las teclas. Y por un minuto te hace olvidar del tic tac. Por un minuto. Tic. Tac.
Acá es cuando un amigo me dice que lo que vende es cuando hablás de vos mismo. Contá más de tu vida, quién sos, qué querés, por qué sos distinto, por qué tenemos que invertir nuestro tiempo en leer tus historias. Y ahí se me vino el mundo abajo.
Porque una cosa es escudarse en personajes. Pero cuando tenés que desnudarte ante el gran publico y los demás están vestidos, la situación cambia. ¿Querés vivir de esto o no? ¿Querés publicar un libro? Así que aquí estoy. Dando la cara. Contando la verdad.
Empecemos por hechos que me definen como persona, como hombre frente al mundo: soy alto. Siempre lo fui. Preferible cola de perro que cabeza de ratón, me consolaba mamá. Ahora estoy de moda. Y las mujeres usan sus mejores tacos conmigo.
Si seguimos en esa línea, mi romance más fuerte fue con una de las chicas de Bandana. Me cantaba guapo, guapo en la intimidad y me sentía en un videoclip. Terminamos poco después de la disolución del grupo. Desapareció de repente y no la vi nunca más. Ustedes tampoco. Pero You Tube me la trae en las noches de soledad.
La tristeza me duró un par de días. Antes, en el medio y después aprendí a tocar el piano, la guitarra, a bailar salsa, a hablar inglés y portugués, a escribir cuentos y a hacer reír a la gente. Y algunas cosas más que me guardo para el libro.
Viajé bastante. Conocí personas de todo el mundo. Y descubrí que en el fondo todos queremos lo mismo. Y que nadie tiene todos los casilleros completos.
Contá lo más loco que te haya pasado. Sé sincero. OK. Ubíquense en Roma. Museo del Vaticano. Capilla Sixtina. Un guardia me dice que no saque fotos. Asiento pero trato de sacar igual. Me invitan a retirarme. Camino por las calles, solo. Es de día, está nublado. Las murallas protegen a los enviados de Dios. Y los tanos y turistas salen de las alcantarillas.
Doblo por un callejón. Está oscuro, como mi cabeza y los 30 euros que se me fueron por vivo, criollo y sudaca. Creo que caminé unos 20 minutos en lo negro del pasaje. Me sentía en un laberinto de Borges. Pero vi una luz fuerte al final y volví a respirar. No estaba muerto, pero tampoco estaba en Roma. Salí a la plaza de Córdoba y Anchorena, en plena Buenos Aires, un sol de morirse.
Los chiquitos jugaban en la arena y gritaban en español, reafirmando mi locura. Asustado, corrí en dirección al callejón. Tropecé contra la gente, pero continué, obstinado. Recuerdo la desesperación y no mucho más, sé que corrí con todas mis fuerzas. Lo siguiente que veo es un guardia del museo diciéndome que no sacara fotos. Obedecí y callé hasta ahora. Salí confundido. Por la obra de Miguel Ángel. Por mi sueño real. Porque saqué mi Ipod y volví a hostel. Por las segundas oportunidades, divinas o papales. Oscurecía en Europa. Y sonaba “Maldita Noche”. Googleala si no te acordás.

Nadie te va a creer. Volviste a escribir ficción. Con la diferencia de que esto es rebuscado y confunde al lector.
Pero estoy contando la verdad. Sólo que de una manera más entretenida. No quiero aburrir a nadie.
OK, podemos decir que zafa. Pero no nos engañás, Varón. Cerrá con algo que deje al público pensando.
No sé si impacta, sigo la mía. Tengo más dudas que certezas. No sé si hay un hilo conductor o nos estamos yendo al carajo. Y eso me desespera. No conocí el amor, pero creo que podría reconocer su perfume. Busco compañía, depto, familia. Quiero dejar un mensaje. Abrir puertas. Expresarme y soñar. Y que me paren por la calle y me pregunten si es verdad que estuve en Roma. O en el banco de la plaza de Córdoba y Anchorena. Si tuve una novia por Facebook. O si pasé por las etapas.
Porque todos serían amigos. Como vos.


Imagen extraída de aquí

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