lunes, 28 de septiembre de 2009

Frases célebres

La vida está llena de frases que mueven tu existencia. Pequeños terremotos hechos palabras. Personas y situaciones diferentes. Voces en distintas tonalidades.
Iván lo aprendió a los 25. Como a todos, las sentencias le fueron llegando. En cuotas y con intereses. Su ex le dijo ya no te amo. Su abuela, me estoy muriendo. Un profesor, felicitaciones, sos licenciado.
El verdadero golpe fue sin anestesia. Médico de cabecera, consultorio, radiografías. Tenés cáncer.
Nadie nos enseña a reaccionar. Las películas nos dan una que otra idea, pero a veces las lágrimas vienen con delay. Iván simplemente escuchó, dejó hablar. Con la educación y los modales que lo caracterizan. Y se fue caminando. Porque necesitaba pensar.
Las frases rompe-moldes brotaban por todos lados. Iván de chico y su mamá. El “no hables con extraños”, “volvé cuando quieras, pero avisame”. El “llevate una campera”.
Ahora, él sería el del anuncio. Su voz quedaría grabada para siempre en la cabeza de otra persona. Mamá, tengo cáncer, me tienen que operar.
La conciencia hace su aparición cuando realmente sentís que algo valioso se te escapa de las manos. Mientras, la juega de callada. Hace castings y bolos. Y un buen día, la tenés ahí, encabezando el elenco. Con el nombre bien grande en las marquesinas de calle Corrientes. Hoy: Julieta y Romeo, protagonizada por la primera figura Conciencia. Y nunca falta el viejo que comenta con su señora. Andá a saber con quién se habrá acostado.
A Iván le pasó con el goodbye de Gisele. Pero hasta entonces, nunca valoró el mero hecho de vivir. Levantarse cada mañana. Pelearle al frío, al bondi. Esa pequeña victoria de llegar al viernes a las 18. O ver el resumen del banco el primer día hábil del mes.
A partir de allí, cada momento cotizaba en tiempo y en disfrute. Porque todo podía estar dándose por última vez. Y entonces, el chocolate era más rico. Y los Beatles sonaban mejor. Y el día estaba lleno de milagros. Las caminatas con solcito, los nenes corriendo, las risas con amigos, las conversaciones inteligentes.
Iván no discutió con Dios. Preguntó un par de cosas, pero eso queda entre ellos. Lo cierto es que la madrugada del primero de enero miró fijo al cielo. Apuntó a la estrella más brillante y se convenció a sí mismo. En la oscuridad de la terraza se escondía la actitud.
Y así llegó al quirófano. Con todo por ganar. Con el vaso medio lleno. Y con anestesia para varias horas.
La vida está llena de frases que mueven tu existencia. Pequeños terremotos hechos palabras. Personas y situaciones diferentes. Voces en distintas tonalidades.
Y al despertar, todavía confundido, Iván escuchó la voz de mamá, entre lágrimas. Salió todo bien, Ivancito. Vas a estar bien, mi vida.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El hombre histérico

Benja siempre fue el fachero del grupo. Alto, morocho, ojos verdes. Las chicas lo definían como una mezcla de Joaquín Furriel y Gonzalo Heredia.
De pibes, el boliche es el escenario de la batalla. Mientras la mayoría de sus compinches hacía barra o intentaba sin éxito que la pelirroja de shorts se dignara a bailar un tema, Benja arrasaba a piacere. Tenía una en cada rincón del lugar. Todas lo esperaban y lo compartían, conscientes de que se enfrentaban a un espécimen masculino único en el mercado.
Salir con un MSN era la gloria. Benja, sin transpirar, mostraba variedad de números de celular, datos personales completos –con segundo nombre y doble apellido– para Facebook y direcciones para chat.
Probablemente no agregaría a ninguna. El tipo iba por la vida con un par de verdades en el bolsillo. Las iba reafirmando con el paso de los años:

Si la jugás de romántico, estás listo. Las minas no quieren un perrito faldero. Quieren un desafío. Hacete desear. Deciles que las vas a llamar y no las llames. Que vas a salir y suspendés. Levantate a la mejor amiga. Sé un reverendo hijo de puta. No seas boludo, prohibido enamorarse. Sin remordimientos. Si no lo hacés, te lo hacen ellas a vos. Así vas a poder llegar a la que quieras.


Benja instruía a su pandilla. Alguno de los suyos ponía en duda su táctica maestra de winner consagrado. Como Javi. Pero cuando me gusta una chica trato de hablar con ella. No con la amiga. Benja era contundente con sus respuestas. Respeto, pero no comparto. Todavía falta para el matrimonio.
En relación a esta temática, el number one desenfundaba su segundo principio elemental. Lean y juzguen:

Nosotros los tipos podemos joder hasta después de los 40. Está todo bien. Ahora, las minas, joden, joden, y después suenan.
Las que prefieren salir con las amigas en lugar de con un flaco, como si tuvieran 18 y ya están en los 26, fueron. Las que bailan con chicas toda la noche, fueron. Las que calientan la pava, fueron. Llegan a los 30 y en Navidad están solas. Con sus amigas solteras. O sea, solas.
Conclusión: decile a esa chica difícil que se deje de jugar al Sex on the City a los veintipico y que salga con vos. Si no la ve, allá ella. El tiempo nos dará la razón.


Y el Benja seguía arrasando. Cada vez, mujeres más lindas. Modelos, actrices. Hasta salió con la ex de un galán de TV. La del apellido alemán medio raro.
El tema fue cuando apareció Debbie. La conoció en una fiesta en Costanera. Cuando entró, el reggaeton se calló unos segundos. Vestido rojo ajustado, espalda desnuda, arriba de 1.75 fácil, curvas a lo Scarlett, sonrisa a lo Cameron. Y Benja enloqueció.
Arrancó con el chamullo y consiguió el celular. Salieron un par de veces. Rompía uno a uno todos sus principios. Debbie lo llevaba como quería. De repente, lo llamaba y le suspendía sobre la hora. O directamente faltaba sin avisar. Cuando él preguntaba, le decía que tuvo que ver a un viejo amigo. Benja explotaba de rabia y celos. Encima, todavía no habían consumado. Quizás por eso bancaba y bancaba.
Pero esta noche es la noche. Benja ya les avisó a sus amigos. Hoy es sábado, todo está arreglado. Se viene lo mejor. Empezarían con cena. Terminarían con hidromasaje.
Curioso final el de nuestra historia. Como si todas las chicas a las que Benja nunca llamó hubieran confabulado un plan maestro. Como si esas lágrimas de desilusión viajaran de las carilinas a la cocina de las estrellas. Porque la venganza es un plato que se come frío.
Hoy, Debbie mostrará su verdad. De chiquita, fue Ramón.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Ella y su testigo

Abre sus ojos algo asustada, como liberándose de un sueño. Luego toma conciencia. Las sábanas de seda aparecen revueltas en su colchón king size. Los rayos de luz penetran la suite, en un contraste de sol y sombra. Otro día comienza en Zona Norte.
El desayuno está listo, todos los diarios se muestra en fila. Los comentarios de rigor con el personal doméstico y los asesores más cercanos. La leche con almendras y los panecillos tipo suizos.
Vestimenta elegante, camioneta blindada y destino programado: inauguración de una escuela en Berazategui. La gente saluda al llegar. Discurso. La gente saluda al salir.
Los simples mortales tenemos un jefe, que a su vez responde a otro. En su caso, su superior inmediato no habita este país. Quizás ni siquiera este mundo. Los profesores de Cívica nos tiran la entelequia: “el soberano es el pueblo”.
Ella se sabe inteligente. Sus discursos sin guión, su elocuencia al hablar. Despierta la admiración y la envidia de los oradores más reconocidos. Lo cierto es que se pone en juego aquello que los hombres ricos y aburridos persiguen a toda costa: el poder.
Hablamos del arte de decidir. Hablamos de carisma. Algunos se perjudicarán, otros sacarán ventajas.
Pero no es mi intención entrar en ese debate. Alguien ya pronunció la frase. La historia juzgará.
Mi trabajo me obliga a estar cerca de ella. La he visto en situaciones inimaginables para el común de la gente. La vi llorar. La vi reír. Escuché autocríticas y reproches a su propio accionar.
Quise acercarme. Decirle que ésa es la faceta que tiene que mostrar. Que así es como tiene que presentarse ante la gente. Humana. Falible. Comprometida con las prioridades. Deberías sacarte esa coraza que te protege y ser vos misma. No nos peleemos entre nosotros. Tenemos que darle todos juntos para adelante.
Pero no tuve el coraje. Quién soy yo para aconsejarla. Un simple funcionario de tercera línea.
Hace poco me habló. Estaba charlando con un asesor y se mostró molesta con un comentario. Dijo que no cree en la religión ni en soluciones mágicas. Cree en Dios y en los hombres. En los argentinos y las argentinas. Me miró buscando aprobación. Asentí y sonreí.
Las oportunidades llegan para todos. En octubre, voy para concejal.

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