lunes, 10 de marzo de 2008

Cuando sos vos

-Te aviso, si buscás en mí una aventura, estás equivocado. Ya no tengo tiempo para eso.

La escuché con cuidado, con respeto. Miré sus labios, creo que lo hice. Noté la seriedad y sentí el impacto. No podía joder. Y no soy de los que andan por la vida coleccionando enemigos.

-Las nenas de tu edad no saben lo que quieren, les falta glamour, les sobra desencanto. Pierden el rumbo con facilidad. Te lo digo porque estuve ahí. Ahora sé qué me gusta y qué hacer para obtenerlo.

Estar entre la espada y la pared parece ser mi deporte favorito en estos días. Ciertamente puedo elegir entre el mejor sexo de mi vida o el vacío. Entre un fin de semana de acción y un domingo tirado en la cama, control remoto en mano y partido aburrido enfrente.

Y seguí el juego. Rompí el mapa y no me perdí. Dije lo que tenía que decir. Llamé cuando tenía que llamar. Fui el caballero que soñaste, el más fuerte, el más romántico. Fui un hijo de puta.

Conseguí lo que quería. La luna siguió ahí. El sol no se disfrazó de atardecer para mirarme. Me prometí el cielo y mordí el polvo –vaya redundancia-. Sólo fue un momento más, una experiencia más. No vi estrellas, vi lunares. No fue el sonido del infinito, era la radio del hotel. No exploté, a decir verdad, me desinflé.

Los días pasaron. Y no sentí necesidad de discar, de hablar, de mensajear o enviar señales de humo. Todo lo contrario, quería evitar. Esto me extrañó. Uno se acostumbra a lo contrario. A ser la víctima y no el victimario, a sufrir el cambio de humor repentino en la chica del momento, a preguntarse porqué.

¿Qué pasa cuando el que provoca enojo sos vos? Hay otra persona que está sufriendo. Su autoestima está dando manotazos de ahogado en el río de las lágrimas. Sos uno más en la lista. Un tipo que sólo quiere “eso”, porque nada más piensa con “eso”.

¿Pero quién es el culpable cuando la llama se apaga? Cuando sentís que ya fue, ya está, no se dio, no sos vos, soy yo.

Releyendo a Béquer encontré un indicio de respuesta:

¡Los suspiros son aire y van al aire!

¡Las lágrimas son agua y van al mar!

Dime, mujer, cuando el amor se olvida

¿sabes tú adónde va?

Y la respuesta que me da el poeta no es más que otra pregunta. En este juego de sentimientos no hay ganadores ni vencidos. Hay momentos. Y el que deja a otro no va preso. No es condenado por la sociedad. No hay abogados que nos defiendan ni evidencias contra el “no me llamó más”.

Creo que sólo hay marcas. Cicatrices que nos dicen nunca más. Y en nuestras breves e insulsas viditas, el “nunca más” es tan relativo como el “por siempre”. Y nos volvemos a enamorar. Y volvemos a sufrir, a hacer sufrir, a equivocarnos y aprender. Porque somos eternos alumnos en algo más profundo que el grado del amor. En definitiva, el bigote bicolor –y no el barba- nos dice que “no hay escuela que enseñe a vivir”.

-Te aviso, si buscás en mí una aventura, estás equivocado. Ya no tengo tiempo para eso.

-Si buscara una aventura estaría escalando una montaña. Como busco un amor, estoy acá, enfrente tuyo. Con estas ganas de besarte que no aguanto más.

Guiño a la cámara. ¡Corte!

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