sábado, 27 de febrero de 2010

Chicos



¿Viste esas madres que van con sus hijitos chicos por la calle y les hablan como enseñándoles para poder decirte cosas a vos? “Dejemos pasar al muchacho, sino nos va a llevar por delante”. “Achu chu chu chu chu”. Y uno se siente poco menos que insultado.
Pero cómo ir en contra del diálogo de una mujer con su criatura. Cómo pelear contra la injusticia cuando la educación de un bebé está en juego. Y entonces dejo que piense que soy el malo. Y camino sin mirar, y me siento parte del proceso. Soy la mitocondria. Soy pi por radio al cuadrado. Soy un elemento de aprendizaje.
Me acordé de esta idea la mañana del sábado pasado. Cuando salí de casa recién empezaba a amanecer. El cielo era de un celeste oscuro, la noche se resistía a morir. Me tomé el 150 y bajé en Santa Fe y Callao. La luna no rodaba ni había coros de astronautas.
Pamela me estaba esperando. Entramos juntos al bar. 2 cortados y un tostado de queso y tomate. Estaba seria, supuse que era importante. Dijo las 2 palabras que más temía. Esa frase que se pega con Poxiran en el medio de tu cabeza y te recuerda cuán boludo fuiste:

- Estoy embarazada.

Y a los treinta segundos –o dos horas– un quedate tranquilo, no es tuyo. No sé qué me dolió más. Si mi hijo no deseado o saber que no era mío y que Pamela había estado desnuda con otro tipo haciendo esas cosas tan únicas, tan nuestras. Seré antiguo. No comparto el auto, no comparto la mujer.
Ya en frío me puse a pensar. Nadie hubiera dicho nada de un tonto como yo. A duras penas terminé la secundaria. Y gracias a Ale, que me explicaba todo 1 hora antes del examen. Pero Pamela era diferente. Licenciada en Ciencia Política con honores.
Mis amigos dicen que sacarse nueves en la UBA es para los genios. Los dieces son para los elegidos. Pamela era 10. Se estudiaba hasta las notas al pie. Llamale inteligencia, pasión por el estudio, capacidad de captar lo importante y de expresarse como Dios manda.
Un ejemplo como ella, que ya trabajaba en el Congreso, que ya pensaba y vivía por sí sola. Que le ganaba discusiones a familiares, diputados y generaciones de oro. Una promesa como ella quedaba embarazada. Y ahí se te viene todo el mundo globalizado encima.
No creo que haya sido porque no vio lo de “sin tricki triki no hay bang bang”. Información no le faltaba. Al fin y al cabo, somos de la década del 80. Hombrecitos y mujercitas de preservativo en bolsillo.
No, esto fue premeditado. Un mensaje a alguien o a sí misma. Dijo todo sin decirlo. A mí me dijo que podía estar con otros hombres. A sus padres, que podía ser mamá y bancarselá. A sí misma, quién sabe. Yo creo que es así. Que habló sin decir nada. Y fue clarísima.
Si me preguntan qué hice yo, no me juzguen. Ya les dije, soy un bruto educado a la antigua por familia trabajadora. Pero ante todo soy hombre. Y enfrente tenía una mujer. Ese bebé no va a nacer sin un padre. No va a ir por la calle con madres que tratan a la gente como fórmulas de superficie o partes de una célula.
Me estoy preparando de a poco. Leo libros de especialistas, acompaño al médico y sobre todo, hago horas extras y laburo todo lo que me da el cuerpo. Porque no entenderé mucho, pero hay una cosa que no se discute: a ese chico no le va a faltar nada.
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(Imagen extraída de aquí)

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