martes, 18 de diciembre de 2007

Los escritos de Matilde

Su libro empezaría así: “mató por causas biológicas y trata de subsistir. Un condenado a muerte, un miedo que nos obliga a separar. Separamos lo que no sirve, lo que asusta, lo distinto, lo envidiado, lo mortal”.

Digno comienzo de un ensayo profundo, un policial negro, un drama singular. Pero Matilde simplemente escribía por escribir. El viejo truco del dictado divino (o andar por la borda, o engañar al Word). Ella, madura periodista en busca de la obra culmine, la palabra correcta.

Fragmentos de experiencias que catalizan, que reposan en un lodo cotidiano. Quiere brillar y dejar en la tierra un legado. Ser reconocida en vida, admirada a la vuelta. Obviamos el “muerta” y el triste final

Trabajar en la redacción del diario más importante era un sueño a los 26. Un desafío a los 32. Una debacle a los 50. Las hojas de la gloria no acompañan su vitrina; sólo caen en otoño.

La magia ocurre cuando menos uno se lo espera. Llegó la oferta de universidad privada. Los alumnos escuchan, las clases enseñan. Si se educa, se llena. Y no hay música de fondo que supere a la melodía del momento. Los acordes que nos hacen saber que el destino nos encontró.

La docencia tapó agujeros. Rebalsó sangre. Ambiente perfecto para lucirse, para ser admirada, para contarle al mundo a qué vinimos, para dejar una marca.

Mi alumno el Premio Nobel. Mi pupilo el Presidente. O simplemente, “puso el celular en vibrador para escucharme”. No importa. Sólo sabe que la gente joven no bosteza en 90 minutos y eso es suficiente.

Hay esperanzas, hay generaciones que sabrán informar, que nos comunicarán lo importante o que simplemente escribirán sin faltas.

El gato maúlla y rasga la alfombra. El departamento de Matilde destila soledad. Un sachet de leche reposa en la heladera en compañía de una ensalada del chef y un cuarto de pollo deshuesado.

Tampoco importa. Matilde no irá a cenar hoy. Sale con Lambertino, el de Historia del Siglo XX. Curiosa forma de ponerle punto final al pasado (de maldad insolente). Ya no hay quien lo niegue.

3 comentarios:

melisa dijo...

Buenas noches Varón de Bairesburgh: he leído con atención sus publicaciones y varios comentarios que en otros provocan sus escritos . Me gusta su manera de expresarse y supongo que es el protagonista de la mayoría de sus narraciones.
Matilde,esta mujer con veleidades de periodista famosa que enmascara su frustración con el ejercicio de la docencia y yo me pregunto acaso ¿no es más noble el rol que finalmente ejerce en su vida,? ¿no es mejor transmitir su potencialidad para el que otros tal vez lleven a cabo aquello que ella no realizó?¿Cuántas Matildes encontramos en los claustros de estudio?¿Y a cuántas Matildes debemos parte de lo que somos?
Gracias Varón!!!!Me gustó su escrito

acróbata dijo...

varon: estamos ante la presencia de un nuevo docente que enseña porque no le va tan bien (economica y profesionalmente) en su campo. yo creo que ese es el segundo gran problema que enfrenta la docencia en este país. el primero es, se sabe, la falta de voluntad politica de educar a las personas para que sepan otra cosa que "salvése quien pueda".
salud, varon.
su añejo amigo, chok.

Anónimo dijo...

Agradable final ¿sabés Varón? me recuerda a "Cambalache" es que tal vez somos como la biblia y el calefón ¿no te parece?

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