sábado, 27 de octubre de 2007

El Caribe está en Palermo (y tu boca sabe bien)

Bruno sabe de sus fortalezas como hombre. Juventud, altura, sonrisa blanca, cuerpo trabajado, cabellera abundante. Su inteligencia es poderosa y disimula la inseguridad sentida por todos. La realidad pasa por ahí, una suerte de vacío universal apaciguado por el amanecer, la luna y el mar. Y el trajín cotidiano que te empuja a luchar.

Bruno no es la excepción. Está solo. Sale con chicas, sí. Pero no encuentra la regularidad que desearía. El touch and go domina el terreno del romance en estos días, muy a pesar de su intención de algo más sustancioso. Algo que recupere eso que los poetas llaman amor y los mortales, sentimiento.

Curiosa salida de sábado de octubre. Un cumpleaños en Palermo, relajado plan nocturno, cero expectativas. Auto deportivo en las calles, vueltas por el mundo en busca de un lugar para estacionar. Bruno se pierde entre las calles de Centroamérica: desfilan Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica. Vueltas y vueltas que desembocan en la conocida Niceto Vega, para luego retomar por Bonpland y quién sabe.

Los giros lo depositan en el lugar perfecto: clima de fiesta, disfraces, alegría joven; espumantes que aportan burbujas y soltura. Fue cerca de la barra en donde le presentaron a María. Dominicana, esbelta, delicada, piel de flores morenas, piernas infinitas y acento revolucionario. Imposible no llamar la atención. Imposible evitar las ganas de bailar hasta el amanecer.

Y así fue, con pies moviéndose por la pista, con Bruno en su mejor versión, con risas y gestos de ambas partes y meneos que despertaban la mirada celosa de los solitarios. Allí, entre hombres vestidos de mujeres y chicas de vedettes, entre festejos, despedidas de soltero, la música de antes y los tragos de siempre, Bruno probó el sabor del beso caribeño. Y vaya que sabe bien, chico.

Ahora se ven regularmente. Los manuales dicen que el cine en compañía se disfruta el doble, que ir de la mano por la calle y tomar helado en días de calor elimina radicales libres y te hace vivir más y mejor. Habrá corrientes que intenten desviarlos por caminos diferentes. Aquellas que pregonan que las diferencias culturales, de religión o etnia incomodan un proceso de enamoramiento en terreno no neutral.

En contra de recetas mágicas y proverbios sofísticos, de palabras difíciles e ideas absurdas, María y Bruno simplemente viven el día. La primavera porteña los deposita en el aquí y ahora. Y permítanme decirles que el panorama desde el puente se ve maravilloso. Al sur del mundo, al norte del fin, en días de elección y paraísos de erección, otra historia de sentimientos se ha comenzado a escribir.

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