sábado, 13 de septiembre de 2008

Mario y Carlín

- Escuchás esa música de porquería, no limpiás lo que ensuciás, gastás, gastás y gastás. No movés el culo. Mañana te vas de casa.

Mario escuchó la sentencia. Fue como nacer de nuevo. Sus amigos le tiraron unos pesos. La pensión era más sucia que el sufrimiento. La vida te pone a prueba una sola vez, y el tipo se estudió hasta el último renglón.

La remó sin remos, empezó en locales de comida rápida limpiando lo mismo que en su baño para 15. No había fines de semanas, salidas bolicheras o chicas en portaligas. Tampoco cervecita, picada, paseos por Moreau de Justo o auriculares de Ipod.

Soñaba con bailar por un sueño. A veces era Messi en el Nou Camp. Los días de lluvia, el personaje de Pablito Rago en “Amigos son los Amigos”. Los escasos momentos de ocio los dedicaba a la lectura, las caminatas sin destino, los sollozos de una existencia solitaria.

-Te pedí sin mostaza, lindo.

-Disculpe señorita.

-No te hagas problema, traemela a la mesa. La Sprite, sin hielo please.

Carina sabía lo que quería y demandaba en consecuencia. Su educación universitaria buscaba calle y Mario era puro asfalto. Lo amó hasta el cansancio. Eran dos animales salvajes. Los diálogos eran monólogos. Los temas, triviales. Pero el sexo peleaba codo a codo con los mejores coitos del mundo cibernético. Mario descargaba sus miserias en un cuerpo frágil y sumiso que recibía sin quejas.

Cada gota de su ser rebalsaba libertad. Y lágrimas. Y recuerdos tortuosos. Y monedas de 50 centavos. Y contracciones en el pecho. Y un país, un sistema o un padre que le daban la espalda. Pero estaba ella. La educada. La que demandaba. La que compraba pop corn, fumaba mentolados, tomaba café importado y acababa sin cesar.

Leer da sus frutos. El pibe se cultivó. Tuvo un par de entrevistas. Su porte robusto, su precisión en el uso de las palabras, su ausencia de sentimientos fueron decisivos. El sueño de los jerarcas de Recursos Humanos. Era como vender soja sin retenciones a la vista. Todos compraron, Mario triplicó salario.

Una ciudad que sangra economía observa la puesta del sol. Es domingo, el frío de las 17:00 ahuyenta gente en Costanera Sur. Carritos de chorizos, puestos de tortas caseras, ropa Nike casi igual y cd’s con pelis actualmente en cartelera.

Los vi de la mano, caminando rápido para entrar en calor. Carina hablaba, como de costumbre. Él marcaba el ritmo y seguía adelante; a pesar de lo que se pensara, le prestaba atención a cada palabra.

Me saludó al pasar, sin sonreír, sin decir nada. El gesto fue suficiente.

Ya en casa, me encontré mirando un programa viejo en “Volver”. Carlín, al margen de los problemas de toda índole, concluía con un “pendex, vos fumá”. Creo que entendí un poco más a Mario. El pibe se fumó una etapa de dolores. Y ahora, con secuelas y todo, está renovando el aire. Con la tranquilidad de ser. Con esa extraña felicidad que te da el amor.

No puedo decir que Mario se amigó por completo con la vida. La amistad precisa de confianza, y para eso todavía falta. Pero la pensión ahora es departamento. La soledad es Carina. Y el futuro está lleno de atardeceres.

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